La historia narrada, aunque está inspirada en hechos reales, es producto de la creatividad e imaginación de la autora. Los nombres, carácteres, lugares, eventos e incidentes son el resultado o el producto de la imaginación de la autora. Cualquier semejanza con personas, sucesos o eventos es meramente una coincidencia.
Julio era uno de esos clientes modelos, la envidia de cualquier abogada cuya práctica gira en torno al derecho de ‘familia’. No el ‘modelo’ que observo con ojos de lujuria en GQ, pero sí el cliente que cumple con sus asignaciones, comprende mis razonamientos irreverentes e inusitados y sobre todo, que paga a tiempo.
Su caso, impregnado de adulterio, detectives privados, y fuertes emociones, no tan solo me tomaba más tiempo de lo que mi práctica me permitía sino también consumía un fragmento sustancial de mis energías.
A pesar del descubrimiento de prueba realizado no logramos obtener los estados bancarios de una cuenta comercial de la esposa de Julio. Si hubiese permitido que las brujerías formasen parte de mi paradigma existencial, estaría convencida que mi hicieron un ‘trabajito’, sobre todo, con limones y alfileres. Las casualidades se encargaron del ‘trabajito’. Ellas, que usualmente se empeñan en destrozarte el alma, decidieron en esta ocasión, utilizar sus mañas para que el Banco cerrara operaciones y la Orden del Tribunal sufragara en el limbo del proceso de transición.
Llegó el tan esperado día de la vista final. Por fin logramos llegar a la última etapa, luego de 2 largos y tortuosos años. Tanto Julio como yo estábamos resignados a que Anaconda se saliera con la suya…no teníamos ni siquiera un estado de la célebre cuenta.
Comenzó el desfile de prueba con el testimonio de Anaconda. Su sonrisa y sus ojos color miel, trastornaron al juez, quien ignoró por completo sus habilidades histriónicas. ¿Cómo lograr que el encantado Juez pudiese reconocer que Anaconda estaba mintiendo?
Con el bolígrafo en mano, el que utilizo como bastón en situaciones espinosas, y consciente de que mis también ojos de miel y mi sonrisa pícara no podían competir con los atributos y juventud de Anaconda, decidí “jugármela fría”. Al fin y al cabo, ¿no es así que honramos la toga?
Me levanté de la silla, con cierto dolor en mis entumecidas piernas, miré fijamente a Julio, y vociferé «pásame el folder amarillo que contiene los estados de cuenta».
Con el rostro desencajado, Julio logró extender sus brazos y accedió a mi requerimiento. Y en ese preciso momento, abanicando el ‘folder’ amarillo, le disparé a Anaconda más de una docena de preguntas sobre los ‘depósitos’ efectuados en la gloriosa cuenta bancaria.
Anaconda, desarticulada y desconcertada, comenzó a balbucear y a tratar de explicar que su olvido había sido causado por el estrés del proceso legal.
Su abogada, con el estupor propio de una vista en horas de la tarde, tardíamente la interrumpió y firmemente gritó:
¡Objeción, prueba de referencia!
Su prudente, pero tardía objeción no pudo subsanar el daño causado por la admisión de Anaconda.
Obviamente, con mi ceño fruncido, emulando las habilidades histriónicas de Anaconda y con una tramada humildad respondí:
“Reconozco que estos estados de cuenta son prueba de referencia, por lo que no solicitaré que formen parte del expediente judicial.”
Sentí la mirada de Julio, no me atreví a aceptar la invitación de su contemplación, pues por primera vez en el proceso, la sonrisa saldría espontáneamente de mis labios y mi mirada delataría el contenido del folder amarillo canario…
¡Insignificantes papeles que reciclamos en mi oficina!